Carmen Nava es la primera persona de una cocina comunitaria en ser certificada para vender comida caliente en un carrito ambulante.
Operar un carrito para vender tamales le costó a Nava dos años de proceso para obtener una licencia de vendedor ambulante, pasar dos inspecciones, tres intentos para certificarse como preparadora de alimentos, y acondicionar un carrito a un costo de unos $2500. Finalmente, esta semana la mujer se convirtió en la primer miembro de la Asociación de Vendedores Ambulantes de Chicago en conseguir que la Ciudad de Chicago certificara que su carrito es apto para vender tamales.
Le pudo haber costado unos $500 dólares más, a no ser por la intervención de su abogada pro bono.
Nava, residente de Humboldt Park, ha vendido tamales en un carrito ambulante durante 22 años en su vecindario. Antes de obtener una licencia, batalló mucho con la Policía, “me arrestaron, me dieron multas y me quitaron mis cosas”, contó.
Nava dice que ha sido parte de la Asociación durante cuatro años, y que fue a la escuela para obtener su licencia para preparar alimentos, dice que después de que la municipalidad le permitiera a los vendedores ambulantes abrir una cocina compartida para preparar la comida que venden, había ganado sólo la mitad de la batalla. Le faltaba la certificación del carrito.
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Richard Requena Hoy